miércoles, 23 de diciembre de 2009

Diciembre es llenar las necesidades con mercancías


Llega diciembre para crear la necesidad de obtener y no de satisfacer. Cada año la moda navideña cambia, si no estamos dentro de la tendencia entonces nos sentimos ajenos a la navidad, debido a que necesitamos sentirnos felices por el reconocimiento de ostentar. Las personas compiten por: adornar la casa, dar el regalo más costoso, poner a sonar su equipo más fuerte y hasta compiten por quien aparenta divertirse más. Todo está basado en superar a los demás, es un círculo vicioso que sólo consiste en adquirir y que no permite satisfacer nuestras ansias de obtener.
La publicidad “potencia el sentido de tribu jugando con la necesidad de la persona de sentirse integrada, acogida, no desplazada”. Crea esta insatisfacción porque nos vende una ida de cómo debemos vivir y de cómo debemos ser para alcanzar la felicidad, manipulando nuestras emociones para ponerlas al servicio de supuestas convicciones, es decir, hace que poseer un objeto se vuelva indispensable.
Pertenecemos a una sociedad dirigida por el consumismo, “donde se vive con la sensación de que todo se puede comprar y vender. Todo es mercancía, incluso los valores y las personas. Todo es provisional, hasta las relaciones de amistad o de pareja. La sociedad del gastar, usar y tirar.” Un ejemplo de cómo se ligan las emociones humanas con un producto es el comercial que dice: “felicidad, es todo aquello que nos hacer recordar, que la vida es bella, que diciembre es amor” (Águila Roja).
La publicidad juega con las carencias, llega como el mesías dando soluciones llenando alguna necesidad con objetos materiales. Un regalo adquiere el valor de bienestar para cada persona, obteniendo entre sus atributos la posibilidad de suplir necesidades como la sensación de soledad, inconformidades frente a los demás o frente a sí mismo, y a ser un medio de supuesta expresión afectiva que encubre su verdadera ausencia; por ende llena vacios como la falta de autoestima y afecto. También resuelve problemas porque consigue disculpas y acerca a las personas, fluye la sociabilidad, se rompen barreras de prejuicios con una copa de vino y una frase: “feliz año”.
“Potenciando el afán de posesión, se lleva a valorar más el tener que el ser. Todos los valores, hasta los más entrañables, se concretan en la posesión de objetos materiales. La solución de los problemas está siempre fuera de la persona, nunca en su interior.” Como las familias, que se reúnen a repetir las mismas oraciones impresas que la tradición indica; no es válido rezar en familia durante todo el año, porque no se puede omitir las oraciones que realmente importan (la novena de diciembre) ya que ésta es recompensada con regalos materiales.
Todo este protocolo me parece una farsa porque los sentimientos pierden el sentido si los materializamos en objetos. La navidad deja de ser una festividad de afectos, de emociones humanas, deja de ser un espacio donde estos elementos fundamentan la relación y se transforman en un proceso comercial donde los productos reemplazan nuestras emociones.

Nota: Este árticulo fue elaborado con la ayuda del psicólogo Daniel Fernando Campillo Ramirez. Todos los fragmentos entre comillas fueron extraídos del libro Televisión y educación, autor Joan Ferrés.

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